Es urgente que el presidente Jimmy Morales se asuma como lo que debería ser, un Estadista; que reoriente su relación con la prensa, sea mucho más tolerante ante las críticas y evitar con ello seguir desgatando su precario capital político, señaló Ileana Alamilla en su columna: “Porosidad en el gobierno”.
La periodista subrayó que pedir la renuncia del mandatario, enfilar todas las baterías en su contra, recordar cada uno de sus desaciertos, puede ser comprensible como una válvula de escape a la frustración que genera darse cuenta que, lo que se consideró como la “salvación” ahora resulta que también tiene enormes desaciertos y señalamientos similares a lo que tanto se criticó.
Ileana Alamilla recordó que en repudio a la corrupción y el temor de que llegara al poder un candidato que representaba enormes peligros, llevó a más de 2 millones de personas a optar por un no-político, para ocupar un cargo eminentemente político; su única oferta de campaña fue la honradez, que hoy se empaña por vinculaciones a supuestos actos de corrupción por parte de personas muy cercanas a él.
No conocimos su programa de gobierno, ni a su equipo, ni al gabinete que lo acompañaría en esta hazaña que implica juntar todas las piezas de este rompecabezas en que se ha convertido el Estado, indicó.
La periodista también se refirió al exabrupto del presidente Jimmy Morales ocurrido en un acto oficial el 19 de septiembre, cuando de manera generalizada se refirió a la “fafa y la publicidad” dos asuntos sustancialmente diferentes por su contenido de legalidad, además de referirse a los medios de comunicación de forma irrespetuosa.
También pretendió desmentir las publicaciones de un vespertino con expresiones que sólo se entienden por su falta de experiencia política y por la situación personal que está viviendo, que humanamente es comprensible, agregó.
Sin embargo, la columnista destacó que periodistas, gremios y prensa repudiamos esas inadmisibles afirmaciones; pues la “fafa” es una práctica ilegal que compromete la ética de un profesional de la información, pues se recibe dinero por un trabajo no realizado o efectuado en atención a intereses ajenos a su trabajo como periodista; la publicidad, en cambio, es una actividad legal y lícita que implica la venta de las bondades de un producto o de una actividad realizada, no tiene similitud con el concepto expresado anteriormente.
Alamilla señaló que el presidente está obligado a saber que los recursos públicos invertidos en publicidad no pueden ser para premiar o castigar a los medios dependiendo de las líneas editoriales o las coberturas sobre hechos públicos.
Todavía estaba esta discusión en agenda púbica cuando se cometió otro gran sinsentido que violó la Constitución Política de la República, al restringir garantías de manera absurda e innecesaria; el vicepresidente, en funciones presidenciales, tuvo que dar marcha atrás.
El presidente debe reorientar su relación con la prensa, ser mucho más tolerante a las críticas para evitar seguir desgastando su precario capital político; no podemos desperdiciar esta oportunidad; la inestabilidad nos perjudica a todos, concluyó Alamilla.
Via: Cerigua